Amar el odio. Paradoja sostenida en nuestra contradicción como odiantes.
Amar es un mandato, odiar un tabú. La cultura actual sostiene simultáneamente la crueldad como forma única de violencia, y el amor como forma única de la resistencia.
En base a esta definición, en Argentina, el ejemplo más contundente es la Asociación Madres de Plaza de Mayo que desde 29 años marchan todos los jueves, ya no para exigir justicia, sino para enseñarnos que "la única lucha que se pierde es la que se abandona".
Igual que sus hijos, y por amor a ellos, las madres no aceptaron dinero a cambio de justicia. Igual que sus hijos las madres rechazaron la muerte y prohibieron que se manche de traiciones y amistad entre las clases, el claro deseo de la revolución. Por amor a sus hijos, las madres se quedaron solas todas las veces que fue necesario para no abandonarlos ni una sola vez. Las madres crearon una Universidad Popular y así crearon un saber de liberación.
Para que las madres existan fue necesario el amor a los hijos, pero también el odio a los represores, a los torturadores, a los asesinos. Se trata del amor verdadero, aquel que no necesita repudiar al odio lo ha precebido.
Para seguir existiendo, necesitamos del amor. Para seguir existiendo, también necesitamos del odio.
Solamente saben amar los que también saben odiar. Y ésta es una sabiduría que nos previene de considerar que somos enemigos de nosotros mismos, que solamente podemos ser conmovidos por la sed de odio y venganza. Y las Madres de Plaza de Mayo tienen hambre y sed, pero solamente de justicia y lucha popular.
Aldana Demetrio. Para la revista Cavila que se impartía en Valparaíso de forma gratuíta.
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